sábado, 27 de octubre de 2012

the new raemon -tinieblas por fin-


THE NEW RAEMON
“Tinieblas, por fin”



      The New Raemon comenzó a andar en 2008 por una senda sin destino, una de esas búsquedas en las que se tiene más claro lo que no se quiere hacer. Cuatro años y cuatro discos después, su instinto le ha guiado hasta una atalaya desde la que contempla, con perspectiva privilegiada, un bosque sombrío. Bendita fuente de inspiración: un tesoro para esos trovadores radicalmente honestos a los que una pizca de aburrimiento les indica el camino a no seguir.
     Se subió a esa torre con su anterior disco, “Libre asociación” (BCore Disc, 2011). Pregonado a los cuatro vientos como un disco oscuro y una vuelta al formato de banda eléctrica (sin alejarse del intimismo del cantautor), constituye un claro punto de partida para la creación de “Tinieblas, por fin” (Marxophone, 2012): una misma perspectiva, aunque no mismas visiones. Su nuevo trabajo es más dinámico, más orgánico, con la carne más viva; de pasajes más tétricos y a la vez más radiantes, más triste y a la vez más poderoso, más espiritual y a la vez más crudo. Más contrastes.
     Todo es más en “Tinieblas, por fin”: Más desde esa atalaya. Más de ese bosque. Más de noche, de madrugada, más insomnio voluntario. Más suyo. Más nuestro.
     No vamos a destacar ninguna joya, porque todas lo son. Treinta y cuatro minutos de dulce angustia. Nueve canciones, salpicaduras del subconsciente donde muestra sin pudor sus miserias (y las nuestras): El inquietante crescendo de Risas enlatadas (“Me echo a perder dentro de la boca del lobo”), el intenso trallazo de menos de dos minutos que da nombre al disco (“Con su pan se las coman y se las traguen al fin… “), la vergüenza de las tinieblas propias en la excitante La ofensa (“Superado por los cambios, / indicio de mi cobardía”), la explosión épica y glacial de Marathon Man (“A veces no soy suficiente para seguir / ni estar aquí para nadie”) o la falsa calma de la ambigua Grupo de danza epiléptica (“…y bailamos entre ataques de pánico escénico”).
     Una obra dramática cantada con una gran sonrisa, escrita con la entereza de “quien se sabe triunfador, de camino al matadero” (Marathon Man), y en la que encaja perfectamente un cuento recreado con apacible melancolía (Galatea), una sobria y lapidaria declaración de amor (Centinela), un cuadro donde se mezclan sexo y suciedad (Casa abandonada) o una estampa sobre los infortunios de la prisa cantada con una lentitud perturbadora (Devoción), con una hermosa segunda voz de María Rodes y que sirve para cerrar el disco. 
     Más miel en los labios en canciones que terminan antes de tiempo. Más de la batería de Víctor García, que más que percutir, late. Un cuerpo sonoro robusto, de lejanas guitarras reverberantes y con un Ramón Rodríguez de voz limpia, incisiva y cercana. Más Raemon. Más nosotros.

Jose A. Perera


Festival Europa Sur

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